La renuncia de *Manuel Adorni* como vocero presidencial —para asumir una banca en la Legislatura porteña— encendió alarmas en la *Secretaría General de la Presidencia. Adorni, considerado mano ejecutiva de *Karina Milei*, deja un vacío en un área que maneja “buena parte de la comunicación oficial”.                              En una reunión de más de tres horas, la hermana del presidente le explicó que “es Karina pura” y que su espacio no puede permitir perder ese dominio. Los puestos clave del área de prensa —a cargo de *Javier Lanari*— y la vocería están en discusión: la incógnita es si Adorni será reemplazado por alguien de su entorno. Dos nombres comenzaron a circular: el abogado *Francisco Oneto, alineado con el oficialismo, y el periodista **Roberto Funes*, vinculado a un reciente encuentro con el presidente. La movida muestra que Milei busca asegurar el control personal del discurso, sin depender de operadores externos . Pero su decisión enfrenta otro tablero: el mismísimo *Santiago Caputo*, artífice de la comunicación digital, controla buena parte de las redes y canales de militancia institucional. La tensión interna entre la comunicación tradicional–vocería institucional y la presión hyper-digital comienza a asomar fuertes líneas de conflicto . Una tercera opción, según fuentes, es mantener a Adorni en el entorno presidencial: que ejerza la banca porteña, pero “a dos pasos de Balcarce 50”. A priori, una señal clara de que *Karina no quiere sacrificar al operador más cercano y confiable para su estrategia comunicacional* . ' Claves para entender el armado * Control clave*: Mantener la vocería garantiza el relato presidencial intacto frente a adjudicaciones, críticas y temas sensibles. * Dos equipos en pugna*: el esquema clásico de prensa vs. la comunicación digital estructurada por Caputo. * Un plan B personal*: la posibilidad de retener a Adorni en la escena, aunque cambie de rol.   Karina Milei y su círculo entienden que, sin control del discurso, su poder oficial se diluye. La salida de Adorni abre una nueva pelea política: quién maneja la narrativa del presidente cuando el foco se traslade del poder al legislativo. Y la respuesta podría definir no solo un cargo, sino qué voz marca la agenda del mileísmo en su primera crisis transmitida en directo.